Ahora sé que puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciendo viejo, ya lo dijo el de Zabala a los pies de Gernika. No me va a sentar mal nada de lo que escriba o digais de mí, ya me he chocado demasiadas veces. Tampoco me pienso sentir extraño, al final entre tanto barro uno acaba encontrándose a sí mismo.
Aquí estoy, tomando una Coca-cola frente a mi ventana. ¿Qué más puedo pedir? Si tengo a los mejores amigos del mundo, pienso en ellos, en cómo me aportan esos trocitos que a mi me faltan, y me completan, y me hacen la persona más afortunada. Sois el mejor regalo. Sois lo mejor de mí. Si veinticinco años no es nada, eso es que todavía nos queda mucho por vivir. Vosotros acordaos siempre de mí, porque si os escribo esto no es porque me acuerde también de algunos de vosotros, sino porque no pienso olvidaros jamás.
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