A preguntas embarazosas, respuestas anticonceptivas

“No solo no estoy de acuerdo con esta financiación porque nadie, ni siquiera la National Science Foundation, puede sostener que enamorarse es una ciencia. No estoy de acuerdo porque aunque se gastaran 84 millones de dólares no se lograría una respuesta aceptable. Además, estoy en contra del proyecto porque no quiero conocer las respuestas. Creo asimismo que otros 200 millones de norteamericanos quieren también que ciertas cosas de la vida permanezcan en el misterio, y justamente lo que encabeza la lista de cosas que no deseamos saber es por qué un hombre se enamora de una mujer y viceversa. De modo que, señores de la National Science Foundation, dejen de armar barullo con el amor, déjenles estas cuestiones a los poetas”

Declaración de William Proxmire, la cual desencadenó un aluvión de críticas a favor, y en contra, en todo Estados Unidos, ante la financiación de 84 millones de dólares con objeto de estudiar el amor en términos psicológicos.

Me parece una posición sensata la adoptada por Proxmire, pero también es cierto que las respuestas que se obtuvieron, si bien no constituyeron el pináculo de la ciencia psicosocial en su momento, sí que sirvieron para muy buenos fines clínicos. Todo depende de la perspectiva, de los fines, y de los objetivos que pretendamos adquirir. Yo tampoco quiero saber por qué nos enamoramos, pero si lo hago, a sabiendas de que no está bien, me gustaría corregirlo. Buscar una solución pragmática desde las teorías que desarrollaron en el laboratorio. E incluso quién sabe, hasta una cura al desamor, al despecho, y a los celos.

Para conocer más sobre estas teorías visitar:

Primer enlace

Segundo enlace

Tercer enlace

Un saludo desde VidaTransgresiva.

IDEARIO (Francisco M. Ortega Palomares)

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.

Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.

Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.

Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.

Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
varado frente al mar mientras que el mundo gira.

Dudas tras el romanticismo (gracias Carolina)

El 20 de Enero de 2010, un chico llamado Javi llevó a la práctica los clásicos propósitos de Año Nuevo y decidió apuntarse a kárate en su barrio tras dos años sin practicarlo. A mitad de clase, su compañero midió mal y le pegó un golpe en las costillas de esas que acaban por doler a rabiar. Javi se acercó a la enfermería del “poli” para ver si le ponían algo: el típico spray, tal vez una pomada, pero ese día Carolina, la enfermera encargada del centro, no estaba allí. Se había tomado el día libre y nadie la sustituía. Afortunadamente, el 25 de noviembre, once meses después, Carolina sí trabajaba y, estando en su puesto, salvó la vida a un jugador de fútbol que sufrió un paro cardiaco y al que reanimó con un desfibrilador. Pero si el día de la patada, hubiera sido el del fútbol, todo hubiera sido diferente.

El hecho conduce a numerosas reflexiones. Por ejemplo, que el esfuerzo hecho por la enfermería española salva vidas de verdad. […] La segunda reflexión es sobre la coordinación de los medios sanitarios en situaciones de emergencia. Cuando el jugador de fútbol sufrió el paro cardiaco, además del quite de Carolina, las ambulancias llegaron pronto y el paciente fue trasladado pronto. Como se salvó, los titulares fueron menores. Efectivamente, tenemos un modelo sanitario caro, pero tremendamente eficaz. Y tras la eficacia, nuestra sanidad es eficiente porque sus profesionales sanitarios no son reconocidos económicamente como merecen. Aún así, dan la talla en los momentos difíciles.

Detrás de los ojos brillantes de Carolina late el deseo joven de mejorar y saber más. De seguir formándose y llegar más lejos. Tal vez a un gran hospital donde su nómina sea más ancha, pero también donde sus sacrificios se ensanchen. Carolina no tembló para hacer bien lo que debía aquella tarde. Pero pudo hacerlo mal porque podía haber llegado de una suplencia “empalmando” directamente desde su guardia, o porque sencillamente podía no estar atinada ese día. En ese caso, nadie se lo hubiera perdonado y los fiscales mediáticos se hubieran lanzado a juzgarla. Pero así es la sanidad, un sector que agradece el alma de jornaleros cuya entrega trae recompensas morales. […] Nada más.

E.F. p. 22. 2011.

Antes de no saber lo que escribo

Ahora sé que puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciendo viejo, ya lo dijo el de Zabala a los pies de Gernika. No me va a sentar mal nada de lo que escriba o digais de mí, ya me he chocado demasiadas veces. Tampoco me pienso sentir extraño, al final entre tanto barro uno acaba encontrándose a sí mismo.

Aquí estoy, tomando una Coca-cola frente a mi ventana. ¿Qué más puedo pedir? Si tengo a los mejores amigos del mundo, pienso en ellos, en cómo me aportan esos trocitos que a mi me faltan, y me completan, y me hacen la persona más afortunada. Sois el mejor regalo. Sois lo mejor de mí. Si veinticinco años no es nada, eso es que todavía nos queda mucho por vivir. Vosotros acordaos siempre de mí, porque si os escribo esto no es porque me acuerde también de algunos de vosotros, sino porque no pienso olvidaros jamás.