Y ahora que he logrado captar tu atención, pregúntate:
Por tan solo un puñado de miserables dólares es posible encontrar una familia que vende el cuerpo de su hija, ¿Es aceptable, desde el punto de vista de una familia que no encuentra sino en ese el único medio para su subsistencia, el hecho de ofrecer a su hija como si se tratase de ganado?
Es complicado sobrevivir, alimentarse y, al fin y al cabo continuar viviendo en lugares como Camboya, donde el valor de la vida humana es nulo. Esta es la historia de Somaly Mam.
No llegó a conocer a sus padres. Antes de cumplir diez años, la habían vendido a un viejo musulmán borracho. A los doce, la violaron por primera vez. Y a los catorce concertaron su matrimonio con un hombre doce años mayor que ella que la apaleaba y abusaba de ella. Tras la muerte de éste en la guerra con Vietnam, fue revendida a un burdel en el que se convirtió en esclava sexual. Antes de la mayoría de edad había sido torturada, encarcelada y violada decenas de veces.
Ahora, Somaly, frota con fuerza su cuerpo cuando se ducha, y se rocía con cantidades ingentes de perfume. Para mitigar el olor a semen que cree despedir. “Me siento sucia, degradada y sin redención posible”. Ya han pasado quince años desde que Mam huyó del sórdido mundo de la prostitución en Camboya, y una década desde que fundó la asociación AFESIP (Asociación para las Mujeres en Situación Precaria), con la que ha rescatado a casi 3.500 niñas que vivían una situación similar a la suya. Pero las secuelas psicológicas de una vida plagada de violencia las sentirá toda su vida. A ellas se unen ahora las amenazas de muerte que ha recibido, y que pesan también sobre su familia. La mafia que controla el gigantesco negocio de la venta de sexo en su país de origen, ha puesto precio a la cabeza de Mam. “Vivo con miedo, y es posible que me maten, pero no dejaré de luchar por la vida de esas chicas en las que me veo reflejada todos los días”.
Os invito a pensar, ¿Qué motivos pueden hacer a un individuo a llevar a una tercera persona hasta este extremo?
Mi opinión radica en el escaso desarrollo social de estos países en comparación con el primer mundo. El desarrollo social presenta carencias educativas y las carencias educativas a su vez influyen en los sujetos, haciéndolos más moldeables a la voluntad ajena. Nosotros hemos tenido la suerte de que se nos ha enseñado a pensar por nosotros mismos, dándonos los conocimientos oportunos para ser libres en este sentido.
Así pues, mi opinión personal al respecto es similar a la de Platón, y considero que la manera más rápida de acabar con estas espinas de la sociedad es instaurar más escuelas y menos cárceles. La educación nos hace libres, pero tiene que ser una educación aislada de matices personales y opiniones subversivas. El estudiante tiene que encontrar su propia ideología, y no debe ser condicionado por sus profesores.
Una conclusión citando a Platón sobre la importancia de las escuelas y sobre la importancia de “encontrar la propia ideología”, sin condicionamientos, dando el veredicto final de “más escuelas y menos cárceles”. ¿No es un eslogan demasiado simplista para que lo haga un psicólogo? ¿Cómo explicar que Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo, sea una persona tremendamente culta y formada durante parte de su vida en los países occidentales? ¿Creéis que la solución para erradicar este tipo de comportamientos, de sociedades, de vidas abocadas a la desesperación, al fin y al cabo, está en la educación? ¿Siempre? ¿Sólo en parte? ¿Puede haber algún componente genético en los asesinos y los violadores o es sólo el fenotipo “en la infancia” el que lo marca?
Un saludo, y hasta la próxima.
Gracias a Oscar, a Cristian y a los psicólogos que llevan dentro por ayudarme con sus reflexiones.
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