Últimamente veo que cada vez tengo una visión más cínica del sistema Democrático-capitalista en el que vivimos. Si normalmente pensaría que un candidato a presidente americano está corrupto, el hecho de que Obama haya conseguido más dinero que nadie en la historia para hacer barbaridades propagandísticas, no hace más que aumentar mi cinismo. El supuesto negro le va a deber más favores y más dinero que nadie a una serie de empresas e instituciones que no se dedican a la filantropía, sino a ganar dinero a espuertas. Los pobres no tienen para pagar anuncios de media hora durante el Baseball, pero los ricos con piel de cordero sí. Creo que Obama es el cambio de estilo. Gracias a su semi-color negro ha convencido a muchos de que esto sí que es un cambio. Creo que Obama parece tan Negro en el Bronx, como blanco en los altos edificios de Manhattan donde están los que le pagan la campaña.
Creo, además, que el enorme eco mediático que se le está dando en Europa responde a la necesidad que tiene el Poder en Europa de desviar la atención; nosotros no necesitamos información sobre Obama y Mc Cain, simple y llanamente, porque no tenemos ninguna capacidad de decisión. Sin embargo, esa extraña pareja nos es más familiar, ahora mismo, que la ministra de Vivienda española. Están desviando nuestra atención, porque se están quitando el marrón de encima. Ahora resulta que la culpa de la burbuja inmobiliaria no es de unos políticos conchabados con la banca y constructoras. Todo es culpa de los americanos. Y no pasa nada. No pasa nada porque nuestros corruptos políticos, los pobres, no pudieron hacer nada, excepto cobrar mucho, trabajar nada y, muchos, ganar mucha pasta con otro tipo de negocietes. Tampoco se hace nada ahora, excepto escurrir el bulto y esperar que Obama sea el “Deus ex Machinae” redentor que nos salve a todos como en Independence Day.
Así que, después de la esclavitud, los malos tratos, el apartheid y tantos otros horrores, resulta que Dios es Negro.
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