La flaqueza del bolchevique

Era lunes, y como todos los lunes, el alma me pesaba ahí mismo, debajo del saquito de los cojones.


Aquel lunes empezaba con la misma mierda de todos los lunes. En la radio había cinco gilipollas que hablaban de lo que habían dicho otros cinco gilipollas, para que al día siguiente otros cinco gilipollas más hablaran de lo que estos cinco gilipollas habían dicho.


Insoportable. Así que decidí poner la única cosa en el mundo que me relaja. Un disco de Extremoduro.


Entonces empezó todo, como si fuera la puta chispa que faltaba para que se desatara la tormenta. Decidí, que siempre hay el mismo tipo de gente. Somos todos unos soplapoyas, vamos de aquí para allá, muchos somos jóvenes, ganamos unos eurillos, y de vez en cuando hasta nos podemos pillar algún puente. El resto del tiempo tenemos que estar siempre disponibles. Como las putas. Vamos que nuestra función consiste en hacer cualquier cosa que nos pidan y fingir que nos da gusto. Y así, mientras pringamos y sonreímos, se nos va la vida. Casi sin darnos cuenta. Tú y yo, por ejemplo.


¿Vosotros sois así? Yo no. Solo os he dicho lo que hago.

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