Una de las patochadas del “innombrable” fue la de recordarnos que puestos a caer es mejor hacerlo en gracia, que siendo gracioso. Que en una España con 30 años de democracia siga existiendo un monumento como el valle de los caídos, no me parece deplorable. Lo que me parece inaguantable es que la macro-tumba consagrada al Ego de un genocida y construida a pico y pala sobre los cadáveres de la otra mitad de España, siga sin mencionar a sus constructores.
Cada día son menos los nostálgicos y tarados para los que estas fechas son algo así como otra Semana Santa en la que ir de romería a revivir la pasión y muerte de su “salvador”. Afortunadamente ninguno de los fiambres que están enterrados en la basílica de los caídos ha resucitado al tercer día, aunque puede que vaya siendo hora de que alguien exhume sus cuerpos. No soy partidario de olvidar el valle de los caídos, sino de transformarlo en ese parque temático que hace más de 3 décadas tendría que estar funcionando en España, en honor a todos los que murieron en la guerra civil y con particular presencia de los que cayeron edificándolo .
Va siendo hora de devolverle sus monumentos a la Historia, los limpios, pero aún con más fuerza los manchados de sangre, porque en su propio mensaje está la lección a aprender. La peor trasgresión que se le puede hacer a un régimen autoritario, que masacró a miles de personas a su mayor gloria es convertir su templo en un canto a la pluralidad, al laicismo y a la democracia. Una excelente oportunidad para abrir el museo popular más caro del mundo. Al fin y al cabo, su precio se pagó en vidas comunistas, anarquistas y republicanas. No me va el folclore, pero que José Antonio y Franco sigan presentes en su mausoleo es una vergüenza nacional. Por otra parte sería injusto olvidarnos del paraje hasta que se pudra o se lo coma la maleza, porque lo último que tiene que hacer un país es ser cobarde con su propia Historia.
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